El Árbol de Navidad
es uno de los símbolos más conocidos de la navidad, junto con la estrella,
Santa Claus, los renos. Muchas veces las personas se preguntan el motivo de
estos símbolos, sobre todo en los países tropicales donde carecen casi
totalmente de sentido. Estos símbolos están sobre todo relacionados con las
poblaciones nativas del norte de Europa, así como de Rusia. Podemos decir que
son símbolos chamanicos, pues hacían parte de rituales de vida, bien estar, transcendencia
practicados por estos pueblos.
Santa Claus es
originalmente un chamán, con sus renos, que son animales sagrados en el norte
de Europa, y que lo llevan en la jornada
chamanica, donde todos vuelan. Algunos atribuyen el vuelo al uso de la Amanita Muscaria, el champiñón mágico que nace
abundantemente debajo de los árboles y que también es consumido por los renos. Otros
dicen que es gracias al ritual, cuando el chaman toca su tambor hecho de la
piel de las renos y abandona la realidad visible para penetrar en los mundos
invisibles. La Amanita Muscaria es roja y blanca, así como la ropa de Santa
Claus y de los chamanes que se vestían con abrigos de piel roja y blanca y
botas negras cuando salían a recoger los champiñones mágicos.
Ellos se dirigen
a la morada de Santa Claus, en el Polo Norte, donde los pueblos antiguos del hemisferio
norte dicen que la vida y la consciencia en el planeta tuvieron origen, gracias
a la irradiación de la Estrella Polar. Ella se encuentra en la constelación de
la Osa Menor y es la única que se mantiene fija en el firmamento en el correr
del año y por eso sirve de guía. Podemos entender entonces la importancia de
este símbolo en el alto del árbol navideño, representando la consciencia superior,
cósmica.
La celebración de
Navidad está dirigida al hemisferio norte, cuando la población se prepara para un
largo invierno. Es el día más corto del año y el sol entra en capricornio donde
la energía solar se siente contraída, limitada. Es un momento de introspección,
revisión y renacimiento. Algunas personas se pueden deprimir, sentirse sin
vitalidad.
Los chamanes traían la celebración, la transcendencia, así como debería
hacerlo la fiesta de Navidad. Recordarnos que la luz está, aun cuando no la
vemos. Es el misterio de la vida que se revela: el sol se aleja, la oscuridad
llega a su máximo, como ocurre en muchos momentos en nuestras vidas. De ese movimiento
nace el retorno de la luz, el camino de vuelta. Sumergimos en la profundidad de
la tierra, las raíces del árbol, de allí brotará en el momento correcto la nueva vida que se manifestará en el verano,
los frutos, que son las bendiciones del cielo. Nada es fijo, todo está en
movimiento y no depende de nosotros.
Son los
verdaderos regalos y no los juguetes de plástico con los cuales muchas veces
tratamos de llenarnos sin éxito, porque solo ocupan espacio externo.
by Maria Soledad
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